Respondió a la llamada del Maestro con la sabiduría y el conocimiento que otorga haber visto, cara a cara, los males que persiguen y atormentan a los
hombres.
Lleva ya entre nosotros, los años suficientes para que le consideremos… un lucentino más. No hizo falta que murieran largos años para darnos cuenta de que había llegado a Lucena un sacerdote
especial, …un sacerdote diferente. Le distinguimos con el cariñoso apelativo de…. “el Sacerdote de la Experiencia”. Y no precisamente por los años que lleva vistiendo los hábitos, sino más bien,
porque respondió a la llamada del Maestro con la sabiduría y el conocimiento que otorga haber visto, cara a cara, los males que persiguen y atormentan a los hombres.
Su propia experiencia de vida ha hecho de él un hombre de bien. Una persona de corazón siempre abierto, cercano a todos, empuñando, con la fortaleza que da la convicción ciega, la bandera de la alegría que trae el mensaje de Dios. Siempre proyectando alegría y esperanza a todos, a pesar de sus propias dificultades… siempre ofreciendo lo mejor de él, sus consejos, su aliento a los demás, a pesar de que puede, el mismo, necesitarlo de nosotros.
Es, y no nos cabe duda alguna, un buen ejemplo de sacerdote que trabaja incansablemente en pos de llevar el evangelio y la buena nueva a todos los rincones. Solemos caer en el error de pensar que
un sacerdote solo está para decir misas y sermones, que su labor es sencilla y hasta agradable. Nada más lejos de la realidad. Es frecuente contemplarlo con prisas, siempre ocupado de aquí para
allá, con la agenda repleta de anotaciones…. Y es que las cosas de Dios obligan al máximo esfuerzo y continua dedicación para hacer frente a los males que acosan a esta sociedad de hoy, empeñada
en alejarse del único camino que conduce a la felicidad.
Hoy, nuestro reconocimiento, es también nuestro profundo agradecimiento y queremos que esta Insignia que merecidamente se le ha otorgado, represente todo lo ya mencionado y su especial cariño por
esta Cofradía y por su Títular. Y es que fue, muy pronto, tras su llegada a San Mateo, cuando conoció a esta Cofradía y le conmovió la imagen del Silencio. No recordamos con certeza que fue lo
primero… si nosotros nos acercamos a él, o fue al contrario. Eso hoy, no es lo importante. Lo que verdaderamente nos enriquece es tenerle cerca, saber que en el seno de esta Hermandad encuentra
esas “cosas de Dios”, que nuestra Peregrinación es un verdadero camino de encuentro con Cristo y su Bendita Madre, que disfruta acompañándonos en nuestra Estación de Penitencia, que obtiene
fácilmente esos frutos que regala cada año nuestro Vía Crucis, que nuestra entrañable y familiar Misa de Regla no es una misa más.
Y nosotros, los enlutados, percibimos que, como sacerdote y como persona, se siente reconfortado en torno a todo lo que rodea al Cristo del Silencio y nos hace ver la enorme responsabilidad que tenemos para estar a la altura de lo que El, con su infinita misericordia, nos regala cada día.
Es imposible saber lo que nos deparará el futuro, pero pase lo que pase, lo que es una certeza consumada, es que el pasado jamás podrá borrar la huella que ya ha dejado en el seno de esta
Cofradía y en nuestros corazones.
Jesús Rodríguez López
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