Desvinculación en el horizonte
A finales de la década de los 60 y principios de los 70, la implicación de la dirección del Instituto Marqués de Comares en el devenir de la Cofradía, comenzó a decaer de forma ostensible. Sin embargo, gracias a D. Manuel Ortiz Jiménez, que actuaba de Hermano Mayor en colaboración con Francisco Reyes Algar como su vice, D. Antonio Beato López, que lo hizo como tesorero y secretario, y D. Fernando Moreno Cantero, que ejercía como mayordomo, la Cofradía mantuvo su pujanza y su presencia en la Semana Santa lucentina como fruto de la voluntad y entrega de los referidos señores. Aun así, miembros del claustro o funcionarios del Instituto siempre hacían acto de presencia en la Estación de Penitencia del Silencio y el centro seguía subvencionando algunos de los gastos de carácter eminentemente burocráticos; especialmente las cartas que se remitían a los hermanos, y algunos trabajos menores en los que cabe destacar el hecho de que a instancias del bedel, D. Secundino Ramírez Herencia, por los alumnos se elaboraban las cuñas de los santeros en el taller de carpintería del centro, o que, a veces, el pie de la cruz en el trono procesional, o el altar parroquial del Cristo, contaran con rosas frescas procedentes de los jardines del Instituto, desde 1.960 en su emplazamiento del Prado de los Caballos.
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