D. FRANCISCO DELGADO FUENTES, TAMBOR DE ORO 2015-2016

El cierre de un colosal circulo.

La entrega del mayor reconocimiento que otorga nuestra Cofradía, en esta ocasión, no puede ser todo lo solemne que en si misma requiere y que él, sin duda, merece. Lamentablemente, el paso imperturbable del tiempo no nos ha tendido la mano, y los obstáculos que surgen a lo largo de la vida, en su caso, han causado ya suficiente mella en él, como para impedir que hoy esté presente recibiendo todo nuestro cariño y afecto. Pero aun así, estoy convencido de que, desde el calor de su hogar, está aquí, entre nosotros, con la fuerza de su deseo y de su propio pensamiento, pues hasta que las fuerzas le acompañaron, siempre fue una costumbre verle junto a su Hermandad disfrutando y viviendo plenamente de todo lo que resonaba a emoción enlutada.

Con él, en esta noche, se culmina un colosal círculo que abraza con todo el honor y el reconocimiento, a todos aquellos, sus amigos, que eran también su familia, y que un día decidieron alcanzar una maravillosa meta común y crear nuestra Hermandad de Tambores Enlutados. Fue participe para asentar esos cimientos tan sólidos que hoy continúan sustentándonos, enseñándonos desde entonces que la humildad y la sencillez son capaces de formar la argamasa más robusta. Y él, como los demás, fue una de esas piedras que edificaron una Hermandad diferente, un grupo de hermanos que pensaron que aquí, en Lucena, se podía adorar a Cristo de otra forma, derramando recogimiento, silencio, oración permanente y sincera, mientras daban golpes a roncos tambores que lloraban amargamente por la muerte de Jesús en su eterno madero. 

Eran otros tiempos. Los verdaderos tiempos en los que si tenían argumentos para la queja y el desaliento. Sin embargo, nunca lo hicieron palpable… y cogían fuertemente el destino sin miedo, haciendo justa esa maravillosa expresión… “por derecho”…. que hoy aún se manifiesta, en muchos casos, sin saber de dónde vino y porque fundamento.

Y así, con fugaces medios y esquivos recursos, pero con admirable honradez y sacrificio, comenzó él y los suyos a caminar vestidos de negro, alejando con rabia la indecorosa seducción del protagonismo, aseverando a cada paso que los Enlutados, nacían en Lucena, para hilvanar otro camino.

 

El delirio de grandeza, nunca anidó en su corazón ni en el de aquellos con los que compartía tantas noches de ensayos e ilusiones. Nunca se pudo imaginar que aquellas 33 almas regadas con el amor de sus familias, erigían un sentimiento y una devoción tan inmensas que hoy, con tan solo un primer vistazo, muestran el fruto de tantos anhelos y engrandecen su maravilloso legado. Aquellas 33 semillas que recordaban la edad de Jesús, contra lo que en un primer momento fue el único deseo, terminaron brotando con una fuerza inusitada a la par que crecía en sus corazones el miedo a que se perdiera definitivamente aquel precioso y delicado sentimiento que lo originó todo. Los años han ido manifestando, que la pureza de sus ilusiones, siguen impregnando de aroma enlutado las que traen consigo aquellos, que se acercan a orar a Cristo, con un tambor de negro luto o con un hachón incendiado.

Al contemplar y sentir lo que un día lograron con la unión que otorga la verdadera amistad, y lo que nos han regalado con su ejemplo de vida, nos invade una profunda desazón por no saber qué concebir, para que nuestro eterno agradecimiento pueda corresponder y esté a la altura de lo que nos han encomendado.

 

Al menos, los que ahora dirigimos los destinos de esta Cofradía, y los que tendrán la responsabilidad de asumirlos en el futuro, tenemos la oportunidad de honrar todo lo mencionado con nuestro firme compromiso de trabajo, sacrificio y entrega, para mantener vivo el espíritu que aquellos 33 amigos y sus familias fueron capaces de forjar, para glorificar a Cristo representado en ese Crucificado tan fuertemente arraigado en lo más profundo de nuestros corazones.

 

Jesús Rodríguez López

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